Con la colaboración de N.H. Francisco Berjano Arenado
La homilía pronunciada por el padre N.H.D. Manuel Sánchez Sánchez en el quinto día de quinario y función principal, ha tenido como referente el pasaje del diluvio en el Libro del Génesis.
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Dios siempre da oportunidades a la humanidad – a nosotros – para el amor y hace con ella una Alianza basada en ese amor.
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Esa Alianza definitiva por amor fue la propia Cruz, que se hace de nuevo realidad, por obra y gracia del Espíritu Santo en el Altar, en cada Eucaristía. Es la Sangre de la Nueva Alianza.
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El Señor, en esa Alianza nos ofrece a su Hijo, nos ofrece su Cuerpo y su Sangre, para que, como veíamos ayer, tengamos la oportunidad de convertirnos en lo que comemos gracias a la Eucaristía.
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Ahora, en esa Alianza con Dios, ¿qué estoy yo dispuesto a ofrecer? Esa es la pregunta que hay que contestar.
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Como ocurre cuando sale el arco iris, al fundirse el agua y la luz, es como si naciera la vida y todo se llena de color y de esperanza.
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Ese arco iris que sale es sólo la mitad del anillo; la parte que se ve es la parte de Dios, el resto es como si se metiera en la tierra, porque las alianzas de Dios son siempre de dentro hacia fuera, porque Él quiere entrar en el interior de nuestro corazón.
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Si dejamos que la luz atraviese la gota de agua, surge el arco iris y todo se llena de luz; como cuando Cristo pasa por nuestra vida ésta se ilumina.
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Si dejamos que Cristo – que es la Luz – nos atraviese, todo cobrará un sentido nuevo en nuestra vida.
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Cuando llegan catástrofes o diluvios, como está ocurriendo ahora con la pandemia que nos asola, nos preguntamos dónde y cómo encontrar un camino seguro. La respuesta es clara: sólo hay un sitio, en la Cruz gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo.
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Sólo en la Verdadera Cruz; porque un cristiano sin Cruz no es cristiano, ya que el que no viva la Cruz, el que no la abrace, el que no sea capaz de abrazar “aquello que Dios permite”, no hará un seguimiento auténtico de Cristo.
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Y esa Verdadera Cruz de Jesucristo, en medio del diluvio, es nuestra tabla de salvación, ésa es la propuesta de seguimiento para toda la Iglesia.
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La Cruz está compuesta de dos maderos; uno clavado en el suelo que lo une al cielo y que viene a representar la unión con Dios; porque sin esa unión es imposible; otro el madero horizontal que nos une a los hermanos que nos necesitan, que representa la caridad, el amor a los otros; pero uno y otro son importantes e imprescindibles, porque la Cruz sólo se construye con ambos maderos (+), de Dios a nosotros y de nosotros a los demás hermanos.
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Esta Cuaresma es tiempo para descubrir lo que Dios quiere de nosotros, qué quiere de nuestra hermandad.
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Este Quinario ha sido una oportunidad para retirarnos y ver las cosas con perspectiva, para conocer la Cruz, para conocer qué supone.
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Salgamos de este Quinario abrazados a la Cruz; como reza nuestro himno “siempre a Tu Cruz abrazados, Cristo de la Vera+Cruz”.
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Como lo hizo la Virgen María con su Sí, con su Fiat.
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María, la auténtica Arca de la Nueva Alianza; nada más bello, ni de más colores que Ella. Sus Tristezas se dejan iluminar por Cristo y se llenan de Esperanza.
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Que en nuestros calvarios sepamos vivir siempre a la Cruz abrazados; Ella nos estaba esperando desde siempre… y Él siempre nos tenderá su mano.
Paz y Bien