Nuestra hermandad ha tenido desde su vuelta a la actividad en 1.942 una enorme dificultad conocida por todos para dotar a nuestra sagrada titular de un ajuar mínimamente presentable. En otro artículo publicado por mí en ésta sección ya os he comentado la anécdota de su primera saya. Pues bien, a principios de los años ochenta (1984) y siendo hermano mayor Miguel González se decide por la Junta de Oficiales encargar una saya bordada nueva para nuestra Titular y que la pueda lucir en sus salidas procesionales. El bordador elegido para hacer el proyecto y su realización posterior fue Joaquín López y Juan Areal, que por entonces empezaban en este difícil oficio y tenían su taller dentro de las dependencias del convento de San Antonio donde radica la hermandad del Silencio. En esos momentos nuestra hermandad vivía inmersa en el proyecto de compra de la que sería nuestra actual casa de hermandad, al frente del cual se encontraban nuestro tan recordado y querido Javier Fal-Conde y el actual censor de la junta de oficiales, Pepín Vázquez Ceballos. Se convocó un cabildo general para la presentación de ambos proyectos, hoy realidades, y en el mismo se habló tanto de la nueva saya (su precio fue de dos millones de las antiguas pesetas) y de la “operación loseta” base de las portaciones voluntarias de los hermanos para pagar la casa de hermandad. En definitiva fue un cabildo “muy económico” con el firme propósito de buscar fórmulas para financiar esos proyectos que la propia tesorería de la hermandad no podía acometer por sí sola. Asistió a ese cabildo un hermano muy antiguo nuestro que por entonces residía en Madrid y que se había desplazado exprofeso para asistir al mismo. Se trataba de José Montes Gómez (Pepe Montes) que en tantas y tantas ocasiones había sacado a la mayordomía de más de un apuro y que más de un mueble y portaje de nuestras dependencias salieron de sus distintas gestiones. Estaba excedente de la Administración Pública dónde había ocupado importantes cargos en el Ministerio de Hacienda y por su experiencia en temas fiscales fue contratado por la Rumasa de la época, dónde ejerció de asesor personal del propio Ruiz Mateos. Pues bien en el trascurso del cabildo general, Pepe Montes intervino para decir que la saya de la Virgen de las Tristezas, la donaba él íntegramente. Inclusive y sobre la marcha dio como anticipo un cheque de 200.000 pesetas. También adquirió el compromiso con Javier Fal-Conde y Pepín Vázquez de colaborar activamente en la financiación de la casa-hermandad. Os podéis imaginar el aplauso que se llevó. Terminado el cabildo se fue inmediatamente porque volvía por carretera en su coche a Madrid. Esa noche y no recuerdo ahora el motivo, me quedé a dormir en casa del que con el tiempo se convertiría en mi suegro, Antonio Soto.
Poco después de la media noche, ya de madrugada, llamaban a la puerta y era el propio hermano mayor Miguel González quien se presentaba en la casa para decir algo que nunca quisimos escuchar, que Pepe Montes había tenido un accidente mortal en su vuelta a Madrid y que su cadáver se encontraba en el depósito del cementerio de Monesterio, primer pueblo de Badajoz por la ruta de la plata. Al parecer en el coche llevaba un documento donde aparecía el teléfono de Javier Fal-Conde, y la Guardia Civil lo había llamado para comunicarle la noticia. Javier llamó al hermano mayor y los dos se dispusieron a partir para Monesterio y hacerse cargo del cadáver, después de avisar a su viuda. La presencia de Miguel en casa de Antonio Soto era porque como todavía se encontraba en la hermanad cuando lo avisaron, no se le ocurrió otro sitio más cercano para pedir una túnica de nazareno con la que amortajar al bueno de Pepe Montes. ¿El destino?. El accidente fue por lo visto muy sospechoso y no se llegaron a concretar nunca las causas del mismo. Una salida de carretera y un vuelco. ¿Se quedó dormido?. ¿Fallaron los frenos?. La realidad es que se nos fue un hombre bueno, que quería a la hermandad, que siempre la ayudó cuando pudo y que no pudo ver la saya que había donado para que la luciera una de las dos imágenes a las que profesaba auténtica devoción, la Virgen de las Tristezas, la otra era La Amargura de la que también era hermano antiguo así como del Calvario a cuyo crucificado también le rezaba cada madrugá vistiendo el ruán negro de sus túnicas. Su familia cumplió con su compromiso y realizó la donación una vez fallecido. Una pena pero así ocurrió. José Cristóbal Teniente Hermano Mayor
José Cristóbal González (Teniente de Hermano Mayor)