Grupo de oración permanente. Reflexiones del mes de enero de 2014

fotos-roma-basilica-san-pedro-vaticano-001Vivir y transmitir la esperanza

I

ENERO DE 2014

¿Y qué es la Esperanza, qué quiere decir este término?

Cuando decimos «no pierdas la esperanza», estamos diciendo:

No pierdas la seguridad, o lo que es lo mismo que decir no pierdas la confianza y aquí entra también el término de la fe; fe y esperanza unidas y de la mano, por consiguiente; tener esperanza es sentirse seguro de que Dios está ahí, ¡aquí!; de que no nos abandona, de que su promesa no es fallida, de que todo no se acaba aquí, que después de esta vida finita nos espera «la vida para siempre» que la llamamos vida eterna, está claro que ese regalo que Dios nos ofrece a todos, comporta una serie de requisitos y medios que tenemos que poner nosotros, pero no en soledad, Dios se une a la humanidad para que alcancemos el objetivo.

La Virtud de la Esperanza, nos viene de Dios, al igual que la virtud de la fe y la caridad, por eso es y son teologales las tres. El C.I.C. en su apartado 1817 nos dice: «La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo», nos lo recuerda san Pablo en su Epístola a los Romanos en una exhortación a la unión, que la fuerza de la esperanza nos viene del Espíritu Santo que es Dios mismo: «El Dios de la esperanza os colme de gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo» (Rm. 15, 13).

La virtud de la esperanza, es sobrenatural pues Dios la infunde en la voluntad humana, el C.I.C. en el aptdo. 1813 nos los recuerda respecto a las tres virtudes: «Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano…».

La palabra esperanza, viene de espera y ¿qué esperamos los cristianos de Dios?, en una parte de nuestro Credo viene resumido el significado de la espera: «Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro, amén», es la esperanza de la resurrección.

¿La Esperanza tiene que ver con la confianza?

Por supuesto, «no pierdas la seguridad, nos pierdas la confianza» así comenzamos diciendo en el presente resumen sobre la Esperanza, cuando hablamos en términos de fe, tener plena certeza para alcanzar la vida eterna, nos conlleva confiar en Dios, tener y poseer la esperanza es estar seguro de que Dios no nos va a faltar ni fallar, es fiarse de Dios y tener plena confianza en Él.

En el Libro de Jeremías se nos recuerda la confianza en Dios en términos de esperanza: «Oh Yahvéh, esperanza de Israel: todos los que te abandonan serán avergonzados, y los que se apartan de ti de la tierra serán borrados, por haber abandonado el manantial de aguas vivas». (Jr. 17, 13).

Así que cada vez que hablemos de esperanza en Dios, estaremos hablando de la confianza en Dios, vivimos unos tiempos en que lo queremos «todo» y «ya» al instante, al momento, no tenemos espera, nos desesperamos, muchas veces perdemos la ilusión en todo y por todo… dejamos de creer en un mundo mejor, más humano, más pacífico, más perfecto, lo vemos como algo utópico, todo negro muy lejano inalcanzable, donde perdemos la visión de lo sencillo de lo lograble; del granito de arena del día a día, esa pérdida por los sueños de poder alcanzar y conseguir la tan ansiada felicidad. Cuántas veces escuchamos que «la esperanza es lo último que se pierde»…cuando es lo primero que perdemos. El Libro de Job recoge como la Sabiduría de Dios reclama la confesión de Job: «Vivirás seguro, pues tendrás esperanza, bien protegido, te acostarás tranquilo» (Job. 11, 18).

Nuestra propia voluntad, constancia, paciencia y diligencia son elementos básicos para edificar la esperanza poniendo nuestra humilde confianza en Dios, como así nos los recuerda la Epístola de Santiago en provecho de las tribulaciones: «Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, y se la dará. Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte. Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste, un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos». (St. 1, 5-8).

¿Qué buscamos teniendo Esperanza?.-

En primer lugar buscamos que Dios se haga presente en nuestras vidas, con una actitud alegre y positiva y así veamos y palpemos su amor derramado en nuestros corazones y a su vez depositando nuestra fe y esperanza en que un día participaremos de la gloria de Dios, mientras tanto empeñarnos y emplearnos de hacer de la tierra un cielo, viviendo y transmitiendo su Esperanza, nuestra Esperanza, esa oración litúrgica previa al Padrenuestro que es recogida de la Epístola de san Pablo a los Romanos: «por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado». (Rm. 5, 2-5).

Buscamos el aliento de Dios en nuestra vida cotidiana, ante tantas incomprensiones, desesperaciones por las enormes dificultades que atraviesan tantas personas y familias enteras, ante tantas calamidades y pobreza, ante todo esto, debemos experimentar en nuestras vidas un cambio de rumbo, dando cabida a Dios, por eso la esperanza se hace encuentro o reencuentro con Dios; sin Dios no somos NADA, y para ello tiene que caber la escucha, lo que Él nos pide, nosotros pertenecemos a una Hermandad, pues en esa palabra está la clave, se tiene que producir la hermandad, la fraternidad, un mejor espíritu de convivencia, donde reine el compartir y la concordia, desterrando egoísmos y envidias, porque ese Espíritu Santo de Amor ha venido a derramarse en todos los corazones, creyentes y no creyentes, ahí está la espera de la Esperanza, si en el Antiguo Testamento todo giraba en torno a la espera de la tierra prometida, con la venida de Jesús, por Él, con Él y en Él estamos viendo la Esperanza palpable, en su Vida, es ahí donde está y se encuentra la Tierra prometida.

¿Por qué y para qué confiamos en Dios?

Existen múltiples razones para confiar en Dios, san Pablo cuando se dirige a los hebreos les habla de fidelidad: «Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la Palabra de Dios y, considerando el final de su vida, imitad su fe. Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre.» (Hb. 13, 7-8), vivimos unos tiempos realmente difíciles azotados por crisis de todo tipo, por las injusticias, por la guerras, la falta de honradez y honestidad en los políticos y gobernantes de todas las ideologías; se mastica la desilusión y falta la esperanza, sin embargo tenemos un modelo de fidelidad que nunca nos falló, nos falla y no nos fallará que es Dios, Él fue fiel a su Promesa y en sus acciones desde principio a fin, como ningún padre ama a su hijo, y ahí nos nace la plena confianza en el Señor.

Nuestro Dios como Padre, sabe a la perfección lo que sucede dentro de cada uno y en todo momento, por eso, nos podremos engañar a nosotros mismos, pero no a Dios, pues su conocimiento sobre nosotros es completo, no hay nada que Él desconozca, Él sabe lo que pensamos en cada momento…motivos suficientes para poder confiar en Él y hablarle francamente y sin temor alguno, pues Él es Padre bueno con nosotros: «Nada hay encubierto que no haya que descubrirse, ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a plena luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados» (Lc. 12, 2-3).

Nuestro Dios como Padre nuestro tiene poder absoluto sobre todas las cosas, su justicia y su voluntad son perfectas, tiene pleno dominio y control de todo y sobre todo, no existen autoridades en la tierra que puedan inferir en su reino de gracia, justicia, paz, perdón, amor…en una palabra es Omnipotente, Jesús nos lo recuerda: «Para los hombres eso es imposible, más para Dios todo es posible» (Mt. 19, 26).

Nuestro Dios tiene pleno dominio sobre la totalidad del tiempo y del espacio, su mirada infinita lo alcanza todo, nos lo recuerda el Salmo que hace homenaje a Aquél que lo sabe todo: «¿A dónde podría ir lejos de tu espíritu, a dónde podría huir lejos de tu presencia? Si subo hasta los cielos, allí te encuentras tú; si bajo a los abismos, allí estás presente; si vuelo hasta el origen de la aurora, si me voy a lo último del mar, también allí tu mano me retiene y tu diestra me agarra. Si digo: < las tinieblas me envuelven y la luz se ha hecho noche en torno a mí>, tampoco las tinieblas son tinieblas para ti, ante ti la noche brilla como el día.» (Sal. 139, 7-12).

Nuestro Dios, es el Dios de la Verdad, confianza plena de que Dios no te va a engañar, no te va a mentir, no te va a defraudar, podemos confiar en su Palabra, su Verdad es nuestra esperanza, Él Escucha y da respuesta a nuestras oraciones.

Y nuestro Dios es infinitamente Amoroso, pongamos confianza absoluta en su Amor: «Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor» (1 Jn. 4,8).

Dios nos garantiza su promesa por medio de su Hijo, para que depositemos en Él toda esperanza y confianza: «Pues todas las promesas hechas por Dios, han tenido un sí en Él; y por eso decimos por Él <Amén> a la gloria de Dios» (2 Co. 1, 20).

Y ¿Para qué confiamos en Dios?, Dios tiene establecido un plan para la humanidad, no excluye a nadie ni por raza ni por credos, ¿Cuántas veces Jesús nos invitó e invita a orar al Padre, en confianza de alcanzar todo tipo de gracias?, no podemos perder la esperanza de confiar en sus planes, por eso el pedirle cosas o necesidades personales entran dentro de su plan.

¿En qué confiamos… en la vida?

Los tiempos que vivimos plantean muchísimos interrogantes, el ser humano está necesitado en qué confiar, bien es verdad que el hombre se ha apartado de Dios, confiando exclusivamente en sus posibilidades, en sus conocimientos, en su inteligencia, en idolatrar las múltiples tecnologías que nos acechan, en su verdad fallida, y así se ha olvidado de Dios, pues creerse dioses es uno de los grandes males del hombre, a Dios lo hemos apartado de nuestras vidas, le hemos dado el portazo, sin embargo, el hombre está necesitado de confiar en algo, de vivir esperanzado en algo, que les ayude a cambiar el rumbo de sus vidas, porque bien es cierto que poner sólo la confianza en los avances, en la ciencia o en el conocimiento sumerge a la humanidad en un vacío e inestabilidad tan interior que rebosa de tal manera que nos conduce a una soledad, ya que habremos apartado a Dios de nuestras vidas, dejando de confiar en Él, cuando nuestra seguridad la tenemos otorgada en su corazón: «Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo, qué vais a vestir. Porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Mirad las aves del cielo; no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros, por mucho que cavile, puede añadir una sola hora al tiempo de su vida? Y del vestido, ¿por qué os preocupáis? Mirad como crecen los lirios del campo, no se fatigan ni hilan; pero yo os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es y mañana se la echa al fuego, ¿no hará más por vosotros, hombres de poca fe? No os inquietéis, diciendo: < ¿Qué comeremos? > o < ¿qué beberemos? > o < ¿Cómo nos vestiremos? >. Por todas esas cosas se afanan los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo se os dará por añadidura. Así que no os inquietéis por el día de mañana, que el mañana traerá su inquietud. A cada día le bastan sus problemas». (Mt. 6, 25-34).

Jesús te entrega su corazón, ¿estás dispuesto a entregarle el tuyo a Él?, entregar nuestros corazones a Dios, significa fiarnos de Él, confiar en su Palabra, dejarnos conducir por Él.

¿Depositamos nuestra confianza en Dios?

No es malo poner la confianza en las personas, al contrario, el hombre está llamado a confiar en el hombre, si quieres que te acepten con tus imperfecciones y defectos, haz de hacerlo con los demás, más si somos imperfectos y nos fallamos a nosotros mismos y por ende a los demás, es por lo que debemos antes que nadie, depositar nuestra confianza y esperanza en Dios, su amor nunca falla, su Palabra tampoco, recurrir a Él que es todo amor y perdón, nos servirá para avanzar en la vida, el Salmo 118 nos lo recuerda: «En mi angustia clamé al Señor, él me atendió y me dio respiro. El Señor está conmigo; de nada tengo miedo, ¿Qué puede hacerme el hombre? El Señor está conmigo, él es mi apoyo, yo veré derrotado a mi enemigo. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse del hombre; mejor es refugiarse en el Señor que fiarse del Jefe» (Sal. 118, 5-9).

Si depositamos nuestra confianza en Dios, nos llenaremos de su paz, y para esto no es suficiente tener fe, es verdad, que cuando hablamos de confianza hablamos de seguridad, pero este sustento hay que buscarlo en la esperanza, porque también es cierto que no podemos confiar en todo y en todos, debido a los abusos de confianza que también se dan, todo debe ponderarse; pero de lo que tratamos es de la confianza en Dios y esa debe ser fiel e innegable, el Salmo 9 nos lo recuerda: «¡Sea Yahvéh ciudadela para el oprimido, ciudadela en los tiempos de angustia! Y en ti confíen los que saben tu nombre, pues tú, Yahvéh, no abandonas a los que te buscan.» (Sal. 9, 10-11). Jamás Dios nos abandonará ni nos defraudará sólo tenemos que confiar en Él, pues sólo Él es nuestra seguridad ante el desamparo.

También nos los recuerda san Pablo cuando se dirige a los hebreos: «Sea vuestra conducta sin avaricia; contentos con lo que tenéis, pues Él ha dicho: <No te dejaré ni te abandonaré>; de modo que podamos decir confiados: El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?» (Hb. 13, 5-6).

O cuando san Marcos nos narra la fe de Bartimeo, el ciego de Jericó: «Al oír que pasaba Jesús el nazareno comenzó a gritar: < ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!>. La gente le reprendía para que se callase, pero él gritaba con más fuerza: < ¡Hijo de David, ten compasión de mí!>. Jesús se detuvo y dijo: << ¡Llamadlo!>> y llamaron al ciego diciéndole: < ¡Ánimo! ¡Levántate!, que te llama>. Él tirando su manto, saltó y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: << ¿Qué quieres que te haga?>> El ciego respondió: <Maestro, que vuelva a ver>. Jesús le dijo: << Anda, tu fe te ha curado>> Inmediatamente recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.» (Mc. 10, 47-52). Bartimeo puso toda su esperanza en Dios, él con su actitud nos está interpelando a que pongamos nuestra confianza en Dios, que todo es posible si estamos convencidos, el gesto que se nos relata cuando nos dice que tira su manto o capa…es como un llamamiento a pedir las cosas con humildad, a despojarnos de todo para podernos dirigir a Dios con plena franqueza y sencillez; Dios nos quiere como humildes convencidos en la fe para poder aspirar a su confianza. La esperanza de poder alcanzar lo que Dios nos tiene preparado a cada uno, tiene que ver con la desnudez, presentarnos ante Dios libres de todas ataduras.

¿Lo ponemos TODO…en manos de Dios?

A lo largo de nuestra vida, cuántas cosas hemos tenido y cuántas hemos perdido, y es que algo ha fallado cuando acumulamos tantas cosas…la mayoría inservibles, y nos olvidamos de lo más importante y necesario: Dios

San Pablo, cuando se dirige a Timoteo al saludarlo le da las gracias por los favores recibidos de Timoteo: «Tengo vivos deseos de verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría. Pues evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti. Por eso, te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado a una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar luz de vida y de inmortalidad por medio del Evangelio para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro.

Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquél Día. Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe y en la caridad de Cristo Jesús. Conserva el buen depósito mediante el Espíritu santo que habita en nosotros.» (2 Tim. 1, 4-13).

San Pablo, nos está recordando, dónde tenemos que depositar la esperanza, y es en la luz que emana de los evangelios, abriendo las puertas de nuestro corazón al Espíritu Santo, como Señor y dador de Vida, recordándonos el misterio de Salvación en Cristo Jesús.

También cuando se dirige a los romanos, donde con sus palabras nos dice que estamos justificados por la fe y vemos como la fe y la esperanza van unidas, de la mano: «Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego. Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: <El justo vivirá por la fe>.» (Rom. 1, 16-17).

Jesús nos habla de la esperanza sin nombrarla, nos avisa, como muchos depositamos la esperanza en los bienes terrenales, en las riquezas materiales y nos olvidamos de lo espiritual, no compartiendo los bienes ni materiales ni espirituales; estamos llamados a ser constructores de esperanzas, todo bien depositarlos en manos de Dios, para construir su reino paso a paso, por eso tener fe, no quiere decir que ya seamos poseedores de esperanza, esta es una virtud que hay que trabajarla: «Entonces dijo Jesús a sus discípulos: << Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos>>. Al oír esto, los discípulos se asombraban mucho y decían: < Entonces ¿quién se podrá salvar?> Jesús, mirándoles fijamente, dijo: <<Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible>>» (Mt. 19, 23-26).

Si el mismo Jesús,- que es Dios mismo, nos está diciendo que nos depositemos en sus manos, porque para Dios no existen imposibles, ¡a qué esperamos! Si estamos destinados para la Gloria: «Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza., pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia».

Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios» (Rm. 8, 19-27).

Como nos dice san Pablo, el Espíritu Santo, nos defiende e intercede cuando flaquea nuestra esperanza, depositarnos en las manos de Dios, es dejarse abrazar por Dios mismo y el Espíritu Santo es Dios.

¿Sabemos cuáles son nuestros pecados contra la confianza?

Faltamos a la esperanza o confianza, cuando nos vemos muy seguro de nosotros mismos, cuando rozamos el presumir, esa presunción, que como creyentes hace que no trabajemos nuestra fe, que nos creamos en demasía confiados, creyendo más en nuestras propias fuerzas, que en la ayuda de Dios y ¿qué ponemos de nuestra parte para seguir creciendo en la fe y ser mejores personas?, porque no basta decir yo tengo fe y no me esfuerce, y pensemos que como Dios es infinitamente misericordioso, todo lo disculpa estemos ya salvados, pero no es extraño que lleguemos así al desaliento sobre todo si aparecen adversidades, provocando un pesimismo por habernos apartados del camino del esfuerzo y de la santificación.

También los que esperan salvarse solo por la fe, dejando a un lado las obras como sucede con el Protestantismo; o los que dejan su conversión para antes de morirse, sin dejar de pecar; o los que no desisten de pecar, esperando que como Dios perdona siempre, es entonces abusando de la bondad de Dios y no dándole valor a su justicia; o los que están en continua exposición ante el pecado creyéndose capaces de resistirse ante la tentación.

Y por contrario pecamos también contra la esperanza cuando somos en demasía desconfiados, lo que conlleva a la desesperación, es así cuando nos da por pensar que Dios, no nos va a ayudar porque nuestras faltas sean incalculables y de extrema gravedad: «Entonces dijo Caín a Yahvéh: <Mi culpa es demasiado grande para soportarla>» (Ge. 4,13).

Esa misma desesperación que muestra Caín ante su pecado, la muestra a su vez Judas: «Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: ‘Pequé entregando sangre inocente’. Ellos dijeron: ‘A nosotros, ¿qué? Allá tú. Entonces tiró las monedas en el Santuario, se retiró y fue y se ahorcó». (Mt 27, 3-6).

¿Cuántas veces en la vida mostramos desesperación ante tantas situaciones a veces incomprensibles?, la cuestión estriba en que hemos perdido no sólo la fe, sino la esperanza, la esperanza que es sentirnos alegres, de que Dios no nos abandona, pero ésta se hace presente fundamentalmente en el Espíritu Santo, ese Espíritu de Amor que nos consuela, (es el significado de Paráclito) y aunque parezca que no lo veamos físicamente, puede servirnos como símil que tampoco vemos el aire, que puede ser al mismo tiempo huracán y brisa; huracán ante los grandes desgarros que se nos presentan en la vida y brisa continua en el caminar sereno del día a día; siempre es bueno recordar las palabras del Hijo de Dios nuestro Señor Jesucristo y antes de partir nos lo recuerda: » y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y en vosotros está. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros». (Jn. 14, 16,18); pues en la confianza puesta en Jesús como Hijo de Dios y hermanado desde la Cruz con nosotros le pedimos que no nos sintamos desesperanzados, sino todo lo contrario esperanzados en su Espíritu de Amor y Verdad y así no nos veamos en orfandad y vivamos la alegría del Evangelio como nos anunció en su día el evangelista san Juan y hoy nos invita de nuevo nuestro santo Padre el Papa Francisco, en la Exhortación Apostólica «Evangelii Gaudium» que se traduce a la Alegría del Evangelio y que nos comienza diciendo: «LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos, para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.

I.ALEGRÍA QUE SE RENUEVA Y SE COMUNICA

El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.

Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.»

Una exhortación que viene cargada de esperanza para todos los cristianos que quieran vivirla desde la fe y el amor, abriéndonos al Espíritu Santo que nos infunde fuerza y luz por medio de los Evangelios.

Vuestro hermano.

Emilio Domínguez-Palacios Gómez

 

REFLEXIONES SOBRE NUESTRA ESPERANZA

-Medita lo que entiendes tú por la virtud de la esperanza.

-¿Dónde depositas tu esperanza?, ¿En los bienes terrenales que son materiales o en los bienes espirituales que nos vienen directamente de Dios?

-Medita el dicho que muchas veces decimos y escuchamos: «Que la esperanza es lo último que se pierde…cuando es lo primero que perdemos».

-Entendemos que un camino sin esperanza, no es un camino de alegría y felicidad.

-Entiendes que la Esperanza, requiere esfuerzo, trabajo, constancia, dedicación, pero siempre con alegría.

-Entendéis la esperanza como un gesto de humildad en continua renovación, despojándonos virtualmente de nuestras vestiduras como hizo el ciego Bartimeo y poder esperar las bondades de Dios con más clarividencia.

PETICIONES POR Y PARA LA IGLESIA

-Vamos a pedir por nuestra Iglesia, para sea fiel transmisora de la virtud Esperanza siempre puesta en los Evangelios.

Roguemos al Señor…

-Por nosotros, por nuestra Hermandad y Grupo de Oración, para que demos testimonio de Alegría y Esperanza allá por donde vayamos.

Roguemos al Señor…

-Por la fe y esperanza de cada uno en particular, para que no perdamos la confianza en el Señor, y no decaigan nuestras fuerzas y nuestra voluntad en trabajarlas y fortalecerlas.

Roguemos al Señor…

-Para que no caigamos en la desesperación y sigamos siendo fieles a la infinita misericordia de Dios, siguiendo en fidelidad a su Promesa de salvación.

Roguemos al Señor…

-Para que no pequemos de presunción, pensando en que obtendremos la Vida eterna sin la ayuda de Dios y sólo por los méritos propios.

Roguemos al Señor…

-Pidamos llenarnos de la virtud de la Esperanza, al Espíritu Santo, pues es virtud que nos viene de Dios y de su Infinito Amor a la humanidad.

Roguemos al Señor…

-Pidamos al Padre, que nos ayude a liberarnos de todo aquello que nos esclaviza, de lo que nos resta alegría y nos llena de tristeza y nos hace perder el norte del camino de la salvación.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor

Amén

fotos-roma-basilica-san-pedro-vaticano-001