Epitafios

A través de un comunicado de la hermandad me he enterado del fallecimiento de nuestro antiguo director espiritual D. Antonio de Mora y Mora.

Se me han ido muchos, demasiados hermanos que marcaron mi vida más intensa en la Vera+Cruz, definir el estado de ánimo que me envuelve –una gran nostalgia- ante esta resulta difícil, así que prefiero hacerlo con unos versos de Jorge Manrique: cómo se passa la vida; / cómo se viene la muerte / tan callando… 

Hoy (tendría que haberlo hecho antes) he decidido escribir este pequeño epitafio o epitafios, recordando a tan buenos hermanos que se nos han ido. Empezaré por Javier Fal-Conde Macías, porque fue el primer hermano (y el primero que se fue) que me enseñó el significado fraternal de hermandad. Mi relación al principio fue la de un costalero “escéptico” que venía de “los Caballos” para reforzar a la nueva cuadrilla del palio de las Tristezas. Viví con mucha pena cuando, a pesar de nuestra ilusión y excelente preparación (Javier había trabajado muy duro) la Junta de Oficiales decidió suspender la primera salida de hermanos costaleros (él se había preocupado de hacernos hermanos en los primeros ensayos), empero Javier supo mantener unida a la cuadrilla hasta el año siguiente para que al final todo fuera un éxito como en tiempo hiciera Rafael Franco con su cuadrilla de los ratones, con la dificultad añadida de que nuestra altura era más de los ratas(como se definía a la otra cuadrilla de Rafael), desafiando a las leyes matemáticas (y físicas) Javier Fal consiguió que el palio saliera sin rozar, al milímetro, perfecto.  Al siguiente año una tremenda reacción alérgica a un medicamento me dejó en una situación física lamentable, Javier llamaba todos los días interesándose por mi salud, y cuando llegó el día de la salida con mi costal inmaculado por la falta de ensayos, Javier me permitió participar en la estación de penitencia, enviando un mensaje a mis compañeros de trabajadera para que cuidaran de mi: Nacho Fdez. Santos, Juan Dunn y el resto de la cuadrilla literalmente me trató como  el mejor “sanitario”,  déjate caer -me decían-, Cipri tranquilo, déjate caer que no pasa nada, aquello fue muy grande. De Javier Fal sobre todo aprendí su trabajo tan callado  al servicio de la hermandad, sin objetar nada, sin discutir…: la confraternidad, como capataz del palio, o la casa hermandad que llevó junto con Pepín Vázquez, y tantas, tantas cosas…

Llegué a la Diputación de Caridad porque el Señor de la Vera+Cruz me recordó una promesa que le había hecho, joven e impetuoso y muy idealista con poco o muy poco conocimiento de lo que supone esa labor oculta de las hermandades. Así me encontré en un abrir y cerrar de ojos siendo miembro de la Junta de Oficiales ¡qué ironía!, yo Diputado Primero de Caridad y Juan Grau segundo, cuando la pura realidad es que Juan era alma y luz de esa diputación, siempre con su trabajo imprescindible y discreto, descalzo en los arrozales de la caridad: cuando acabe la vida / y el alma en su fuente beba / encontremos la Cruz nueva / tras la cruz de cada herida (Enrique Barrero, Cruces de Sevilla), esas heridas que le hacían sufrir con cada tragedia que remediaba salvando del ahogo a tantas personas necesitadas, él me recordó en una ocasión de esa “regla” que disponía que si un hermano pasaba necesidad,  no habiendo para cubrir su penuria se venderían las pocas joyas y cosas de valor de la hermandad para ayudarlo. Juan Grau era todo corazón, todo amor al prójimo: un ejemplo a seguir.

También en mi etapa como Diputado de Caridad conocí a otro hermano de gran personalidad, era el “libro de los libros” de la historia moderna de la hermandad, conocía la vida y milagros de cada uno de los hermanos, enciclopedia viva de la Vera+Cruz. Gracias a él descubrí una hermandad que siendo de las ‘serias, de silencio’ era el paradigma de un estilo de vida cofrade, pionera y vanguardista, innovadora, siempre adaptada a su tiempo, lo que en muchas ocasiones requiere de grandes dosis de valentía: la primera que realmente proyectó los hermanos costaleros, la primera que organizó un gran grupo de juventud, o una banda de música, la que abrió las puertas a los scouts o la primera que organizó una manifestación solidaria en apoyo de los más necesitados y conocida como “operación carretilla”, o la primera que llevó la igualdad efectiva de género a sus filas de nazaren@s…, todo esto y más me lo enseñó este buen hermano. Recuerdo cuando se ofreció a colaborar en caridad, me ayudó a reorganizar parte de la Campaña de Navidad con especial atención a los conventos, sobre todo se preocupó por los hermanos enfermos, llevándoles por Navidad un ‘Roscón de Reyes’ que contenía un regalito de la hermandad (un llavero, etc), tenía una lista en su prodigiosa mente de los que se encontraban más enfermos y ahí estábamos, qué alegría les daba cuando nos presentábamos (sobre todo el día del Roscón); la visita a nuestros mayores la hacíamos un par de veces al año y cómo se enfadaba si me retrasaba, me reñía como a un hijo porque también notaba que me quería así. Me visitaba habitualmente por la oficina para contarme historias o idear proyectos, casi todos los artículos que publiqué en el Boletín fueron idea suya…, o cuando propuso que fueran los niños (siempre la juventud, de quien fue su primer Diputado) quienes llevaran los cirios en el vía crucis del viernes de Dolores, costó trabajo pero la Junta accedió y fue todo un ejemplo de saber estar, ver a los niños portando sus cirios, ese día tenían la oportunidad de hacer su pequeña estación de penitencia…, una vez más se enriquecía la hermandad gracias a las ideas de Pepe Carbonell, genio y figura dejó un gran vacío en nuestros corazones, y fuimos injustos con él (al menos yo), la última vez que lo vi, lo noté triste, solo, tal vez echó en falta ese amparo que dábamos a nuestros hermanos enfermos cuando los visitábamos, charlando e insuflándoles nueva vida, yo también te olvidé Pepe, así que te pido perdón, porque no estuve cerca de ti para inspirar el aliento de tu alma tan grande.

“Era una persona singular, muy singular”… Así lo definió el oficiante en la misa por el alma de Antonio de Mora el lunes 12 de abril, sacerdote único e insustituible como diría Unamuno en su San Manuel Bueno… Fue el último director espiritual por acuerdo de Junta que tuvo la hermandad entre los ochenta y noventa. En esa ápoca asistí a misa con regularidad junto a mi novia, un día habló con nosotros para proponernos participar en el grupo de parejas, una experiencia fantástica y enriquecedora, indistintamente compartíamos la comunión en casa de cada matrimonio para estudiar la lectio divina, conocer a grandes pensadores espirituales como San Francisco de Asís, Tagore o Anthony de Mello, o teólogos de distintas doctrinas, o hablar de otros misterios de la religión como la Síndone o la vida de los santos, o simplemente de nuestras vidas… Él me casó y su homilía breve pero muy intensa nos llenó de amor. Antonio de Mora no era un cofrade al uso y tal vez fue un sacerdote peculiar o singular, de gran personalidad, un sacerdote para mí carismático y casi siempre incomprendido, porque amaba tanto que tal vez su amor superaba nuestra razón o mejor dicho, nuestros esquemas cofrades. Amigo Antonio, me despido (tarde, demasiado tarde) con unos versos de Anthony de Mello: Fíjate cómo, en el / momento que he hecho algo contrario / a lo que esperaban de mí, ha desaparecido / la veneración que me profesaban (‘Bazayid quebranta la norma’). El que quiera que lo entienda, así eras tú Antonio, quebrabas las normas como hizo Jesús, por eso tu apostolado fue tan difícil y a veces poco entendido, pero supiste dejar huella entre muchos que te quisimos.

A todos mis hermanos que se fueron, a todos descansad en la paz de Dios. Hacednos llegar vuestra iluminación, porque una niebla espesa y cada vez más oscura está inundando nuestra sociedad cada día menos solidaria.

Cipriano Pérez Valenzuela (abril de 2010)