Lunes Santo, 9 de abril de 1979.
A raíz de la publicación de un tweet con la fotografía que se muestra en este artículo del Stmo. Cristo de la Vera Cruz en su paso un Lunes Santo dentro de la Iglesia del Salvador al lado del paso del crucificado del Amor se me ha ocurrido escribir sobre lo que recuerdo del aquel día que fue muy especial en la historia de nuestra hermandad.
El día ya amaneció muy nublado y con serias amenazas de lluvia. Pasamos una mañana de Lunes Santo mirando al cielo y con caras de preocupación.
Por la tarde cuando nos dimos cita en la capilla todos los hermanos (en esa época solo varones) que nos disponíamos a realizar la estación de penitencia, las caras seguían igual que por la mañana porque no estaba nada claro que fuésemos a salir.
Hay que recordar que en esa época no había ni internet, ni redes sociales, ni móviles ni nada que se le pareciera por lo que para los hermanos la única idea de lo que podía pasar estaba en mirar a las nubes o escuchar las noticias de los que decían que tenían un familiar o un conocido en Huelva al que habían llamado por teléfono y le había dicho que allí no llovía.
Terminada la misa de nazarenos la Junta de Oficiales presidida por Manuel Haro y en la que el Diputado Mayor de Gobierno era Pepe Parrado subió las escaleras de la nave alta del Evangelio para reunirse en cabildo extraordinario y decidir si salíamos o nos quedábamos en casa ante las amenazas de lluvia.
Hubo dos circunstancias que fueron decisivas para acordar realizar la estación de penitencia. Una en contra y otra a favor.
En contra que los informes del Instituto Nacional de Meteorología con sede en el aeropuerto de San Pablo daban probabilidades de lluvias en el tiempo que estaríamos en la calle, aunque eso sí de forma esporádica y no intensa.
A favor que la imagen de nuestro crucificado acababa de ser restaurada (1978) por el profesor de la Facultad de Bellas Artes y catedrático de restauración D. Francisco Arquillo que al final del proceso había dotado de un barniz a toda la encarnadura de la escultura que en principio resistía la entrada de agua en la madera. Lo único que había pedido era que en ningún momento se le pasara a la imagen del crucificado ningún paño, ni algodones ni nada por el estilo que si salíamos él estaría pendiente de venir a la capilla y en caso de que se hubiese mojado él lo secaba.
Pesó más ésta segunda circunstancia y se decidió salir a la calle. Al palio se le guardaba un plástico por si era necesario para cubrirlo en caso de lluvia.
Y llovió. Bueno por momentos diluvió.
Nos pilló con toda la cofradía saliendo de la catedral.
Entre que se reacciona por parte de los que la organizaban y no, la cofradía siguió avanzando a pesar de la lluvia y hay un momento en que se queda parada bastantes minutos.
El paso de Cristo en la parte alta de Placentines y el de Virgen en el dintel de la puerta de Palos de la Catedral. Tan solo se libran de la mojada el cuerpo de nazarenos de la Sta. Virgen que dan media vuelta y se refugian en la misma Catedral.
Los nazarenos del cuerpo del paso de Cristo desde la Cruz de Guía y hasta el paso siguieron hasta la Iglesia del Salvador que se había ofrecido como refugio. Rampa empapada de agua y costaleros extremando el cuidado por la peligrosidad de subirla en esas condiciones.
Pero al tramo de penitentes que seguía inmediatamente al paso de Cristo, como formaban parte del cuerpo de nazarenos de este no se le dice que se vuelvan ni tampoco que continúen, estaban en un limbo, y se quedan impenitentes y estoicos aguantando el chaparrón a mitad de la calle Placentines (¿verdad Fernando Soto y Antonio López González?). Yo los ví en vivo y en directo porque salía de costalero y en esos momentos estaba fuera por el relevo junto a Julio Avendaño cerca del paso.
Después de varios interminables minutos y viendo que por allí no aparecía nadie, Julio y yo decidimos decirle a Diputado de Tramo que era nuevo en estas lides, que nos habían avisado para que el tramo avanzara hasta el Salvador y se resguardara allí. No era verdad, pero era lo oportuno. A pesar de estar más lejos que la Catedral, pensamos que eran penitentes que acompañaban al Stmo. Cristo y que lo suyo era que fuesen a dónde Él estaba resguardado.
Al final teníamos un paso en la catedral con la mitad de los nazarenos y otro en el Salvador con la otra mitad.
Nosotros dos también nos fuimos al Salvador con nuestra cuadrilla.
Estando allí apareció también para refugiarse en el mismo templo el paso de palio de Nuestra Señora de los Dolores de la hermandad de las Penas que le había cogido el chaparrón por la calle Sierpes y junto con los nazarenos que formaban su presidencia y que eran los únicos que la acompañaban, cortaron por la calle Sagasta hasta la Iglesia del Salvador.
El paso del Señor estaba en la plaza de San Francisco y junto con todo el cuerpo de nazarenos se refugió en la catedral.
Al final la lluvia fue intensa, pero remitió en poco tiempo y por eso la hermandad decide volver esa misma noche a nuestra casa.
Quiero decir que al igual que la lluvia había causado algunos momentos de caos y algo de improvisación, la vuelta de la cofradía fue auténticamente ejemplar.
Se notó la mano del Diputado de Cruz de Guía y anteriormente durante muchos años Diputado Mayor de Gobierno, Pepe Ojeda. Siempre fue reacio a salir ese día porque no le gustaba arriesgar, pero siempre estuvo al servicio de la hermandad de la que fue reorganizador y por servicio y entrega, presidente de la Junta Gestora que nos nombraron en el año 1982.
Vestido de nazareno se fue desde el Salvador hasta la Catedral y ayudó a organizar la vuelta a la Junta de Oficiales. Tomó manos en el asunto. Cuando volvió a aparecer por la Iglesia del Salvador y se dirigió a la presidencia del paso y a su Fiscal que era Antonio Soto y a su capataz, Javier Fal-Conde para decirle que nos preparábamos para volver a casa, que estaba todo hablado y coordinado, que el palio no se había mojado (había preocupación) y que Pepe Cortés ya se había encargado de ponerle el plástico que llevábamos guardado y que cuando los primeros nazarenos de la Virgen aparecieran por la esquina de la plaza, él arrancaba con la Cruz de Guía (Rafael Aragón en el recuerdo) que la tendría en el pretil de la puerta de la Iglesia preparada, y todos en orden detrás, creo que respiraron tranquilos porque estábamos en las mejores manos.
Algunos minutos sentados en el mismo banco que el capataz del palio de Las Penas, Salvador Dorado “el penitente”, que no paraba de comer “pictolines”. Hasta que Javier Fal-Conde mandó que todos dentro , que volvíamos.
Y de ahí hasta casa, con prácticamente todo el cuerpo de nazarenos ya que no hubo apenas alguna baja, la mayoría de los nazarenos de cirio con el antifaz sin el cartón porque se habían mojado (entonces no había rejillas), con muy pocas paradas y con andar cadencioso al paso “Veracruz”, bien organizados y en absoluto silencio. Los pasos no llevaban entonces ningún tipo de música.
Ya en casa apareció D. Francisco Arquillo que pidió la escalera, se subió al paso y con un secador de mano con poca potencia y mucho mimo fue secando las gotas que aún prendían del milagroso Cuerpo del que todo lo puede, el Stmo. Cristo de la Veracruz.
Así ocurrió.
José de Cristóbal González.