Y las campanas del cielo voltean a gloria en honor de Todos Los Santos. Mientras en las calles de la urbe los modos importados nos traen el más completo catálogo del bestiario monstruoso en la noche de la víspera de la fiesta, los de la antigua observancia preferimos unirnos al repique celestial para, anticipadamente, celebrar juntos a la Iglesia Triunfante en el más feliz de los recuerdos a quienes nos precedieron en este mundo y que, en su nueva morada, están junto a quien desde la Vera+Cruz nos espera con sus brazos siempre abiertos.
Aunque su Madre de las Tristezas esté vestida de luto, como es costumbre en estas fechas, el negro color de su saya se torna en blanco, como blanca es la gloria que gozan quienes ya compartieron la muerte de Cristo y están en su presencia, de quienes aprendimos lo que hoy somos en la vida.
Porque, para los cristianos, hay vida más allá de la muerte y así tras una vida haciendo el bien se puede morir en paz y alcanzar la gloria junto a Dios. Por eso para nosotros la muerte se asume como parte de un proceso natural: la “buena muerte” cuya bondad es precisamente el goce eterno de la presencia divina, que en eso consiste la santidad.
Pero además, este año, a la fiesta de los Santos unimos el recuerdo de que en apenas dos días celebramos los 75 años de la llegada de la imagen bendita del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz a la capilla del Dulce Nombre de Jesús. Año singular en el que nos encontramos en el que hemos celebrado también que nuestra Madre de las Tristezas está con nosotros. Decíamos a principios de año: “Parece que fue ayer y han pasado 75 años”… Quienes hoy estamos no hemos conocido la vida sin que el Cristo y la Virgen estén en la capilla, y ante sus imágenes los hermanos de Vera+Cruz hemos aprendido que solo ayudando a los demás a llevar la cruz estamos cumpliendo con el espíritu de la hermandad que se resume en la inscripción de nuestra Santa y Vera+Cruz que es el testimonio de los grandes cofrades que en su día nos acogieron en esta casa y que con su ejemplo, conocimientos, su profunda fe y sobre todo por su gran humanidad y enraizados valores, nos enseñaron lo que es amar al Santísimo Cristo y su Bendita Madre.
Que mejor manera de celebrar a los santos que a través de la música y nada mejor que con la Banda de Sevilla, la Banda Sinfónica Municipal, que no necesita más presentación que el simple hecho de decir su nombre y que nos garantiza una velada inigualable. Hoy bajo la dirección de D. José Salazar Rodríguez, quien con su acostumbrado buen hacer, nos transportó a ese rincón secreto del corazón donde anidan los sentimientos y del que solo la música tiene la llave.
Cayetano Sánchez Aragón, archivero de la Banda, tomó la palabra para ir introduciendo las distintas obras que conforman el concierto que tuvimos la suerte de disfrutar en la Capilla sede de la Hermandad de la Vera+Cruz de Sevilla: dos marchas procesionales dedicadas a la hermandad y la última sinfonía de Berlioz, un programa serio, solemne y brillante para celebrar a todos los Santos.
Comenzó el concierto con la marcha “Y murió en la Cruz” que, según su compositor el jerezano José Ramón Hernández Bellido, es un canto sinfónico al estilo de marcha procesional que recrea el dolor del Cristo Crucificado. Compuesto en 2011 y dedicado a la Hermandad de la Santísima Veracruz de Sevilla, en la partitura se puede leer “Cristo murió en la Cruz; y lo hizo para salvarnos, lo que convierte a este hecho en drama y gozo simultáneamente. Atonalidad y tonalidad representarán musicalmente cada uno de estos sentimientos enfrentados alternándose en un suave y delicado balanceo que recorre las calles de Sevilla para recogerse en un gozo contenido y reflexivo”. En una interpretación magistral, la banda fue desgranando los distintos sonidos de la obra: unos duros, difíciles, chocantes y trágicos como trágico y brutal fue el martirio de Cristo; por el contrario otros pasajes de gran dulzura y belleza símbolo y representación del gran misterio de amor y redención que Jesús nos regaló desde la Vera+Cruz.
Seguidamente la obra central del programa, la Gran Sinfonía Fúnebre y Triunfal (Grande Symphonie Funebre et Triomphale) Op. 15 de Hector Berlioz, estrenada en 1840 en París. Fue un encargo del gobierno Francés para celebrar el décimo aniversario de la Revolución de Julio, y aunque Berlioz tenía poca simpatía por el régimen, la paga era muy alta así que aceptó. La obra representa una vuelta a principios del estilo pre-Beethoveniano en la tradición de la monumental música Francesa ceremonial pública, y se convirtió en un éxito total. Una obra brillante, solemne, vibrante, triunfal como indica su nombre y que culmina como indica su tercer movimiento en una apoteosis total. Un verdadero privilegio haber sido testigo de la extraordinaria interpretación de la Banda Municipal reflejo fiel del gran trabajo realizan cada día.
Finalizó el concierto con un recuerdo a la Virgen de las Tristezas con la marcha de su nombre y que le dedicase el que fue director de la Banda Municipal D. Pedro Braña Martínez. La composición es de una belleza inigualable y pese a lo que cabría esperar al estar dedicada a nuestra corporación tiene un marcado carácter alegre. El tema principal de la misma inspirado en el Adagio para cuerdas y órgano en Sol menor de Tomasso Albinoni, pero no lo copia, se inspira en él y lo desarrolla a su manera sin desentonar con los primeros compases, remarcando siempre el sentimiento de tristeza imperante en toda la composición a pesar del corte alegre que comentábamos antes. Prosigue el fuerte de graves: solemne, elegante, fino tras el cual vuelve al tema principal que desemboca en el trío, que es simplemente espectacular: una de las melodías más bellas que se pueden escuchar. El cenit de la marcha llega a la mitad del trío con las llamadas de las trompetas a las que responden primero la madera y luego los graves, volviendo nuevamente al tema del trío al que esta vez le acompaña el contrapunto de bombardinos y tenores, que conducen a la coda final. Mención especial merece la percusión, utilizada como solo los maestros saben hacerlo. En conclusión, es una marcha soberbia, sobresaliente, y si le añadimos su interpretación por la Banda Municipal bajo la dirección de D. José Salazar ultimo componente que trabajó con D. Pedro el resultado es simplemente histórico.
Tras el agradecimiento de nuestro hermano mayor a la banda por su profesionalidad, buen hacer y plena disposición con la Hdad., y a los asistentes al concierto, tuvimos el regalo de la marcha Virgen del Valle, que sirvió para dejarnos la miel en los labios deseando que llegue la víspera de los Santos de 2018 para poder volver a disfrutar de otra noche musical con la banda de todos los sevillanos.
N. H. Juan José Caravaca Silva