Justo seis meses antes del nacimiento de Jesús, la Iglesia hoy celebra el nacimiento de su precursor, su anunciador: San Juan Bautista, el profeta del Altísimo. Profeta “y más que profeta”, dirá Jesús de él. Profeta que anuncia la salvación y el perdón de los pecados, profeta de la entrañable misericordia de nuestro Dios. En medio de tantos profetas, falsos profetas de calamidades, nosotros deberíamos ser profetas de salvación. De auténtica salvación, la que se descubre en el previo encuentro con Dios de entrañas misericordiosas.
San Juan Bautista es un hombre íntegro, que vive austeramente, porque sabe prescindir de lo no esencial para centrarse en lo que sí lo es. Que no se predica a sí mismo, que se abaja para que se eleve quien es el Mesías. Es manera de ser que fue forjando en el tiempo de desierto. Necesitamos nosotros también el “desierto”, con su austeridad, con tiempo para reflexión y oración, para afianzar nuestro modo de ser, y no dejarnos llevar por pulsiones interiores que nos rebajan al buscar ensalzarnos o consideraciones externas que nos engañen al halagarnos.
Queridos hermanos, Paz y Bien.
Marcelino Manzano Vilches, pbro.
Director Espiritual.