De la carta de san Francisco a toda la Orden: «A todos los reverendos y muy amados hermanos…, el hermano Francisco, hombre vil y caduco, vuestro pequeñuelo siervo, os desea salud en Aquel que nos redimió y nos lavó en su preciosísima sangre; al oír su nombre, adoradlo con temor y reverencia, rostro en tierra; su nombre es Señor Jesucristo, Hijo del Altísimo, que es bendito por los siglos» (CtaO 2-4).