Admonición 18 de san Francisco: «Bienaventurado el hombre que soporta a su prójimo según su fragilidad en aquello en que querría ser soportado por él, si estuviera en un caso semejante. Bienaventurado el siervo que devuelve todos los bienes al Señor Dios, porque quien retiene algo para sí, esconde en sí el dinero de su Señor Dios (Mt 25,18), y lo que creía tener se le quitará (Lc 8,18)».