Dice san Francisco en su Regla: «Todos los hermanos guardémonos de toda soberbia y vanagloria. Y protejámonos de la sabiduría de este mundo y de la prudencia de la carne. Pues el espíritu de la carne quiere y se esfuerza mucho en tener palabras, pero poco en las obras; y no busca la religión y santidad en el espíritu interior, sino que quiere y desea tener una religión y santidad que aparezca exteriormente a los hombres. Éstos son aquellos de quienes dice el Señor: En verdad os digo, recibieron ya su recompensa» (1 R 17,9-13).