Dice san Francisco en su Carta a toda la Orden: «Considerad vuestra dignidad, hermanos sacerdotes, y sed santos, porque Él es santo. Y así como el Señor Dios os ha honrado a vosotros sobre todos por causa de este ministerio, así también vosotros, sobre todos, amadlo, reverenciadlo y honradlo. Gran miseria y miserable debilidad, que cuando lo tenéis tan presente a Él en persona, os preocupéis de cualquier otra cosa del mundo». (CtaO 23-25).