Dice san Francisco en su Carta a los fieles:«Aquel a quien se ha encomendado la obediencia [la autoridad] y es tenido como el mayor, sea como el menor y siervo de los otros hermanos. Y haga y tenga para con cada uno de ellos la misericordia que querría se le hiciera a él, si estuviese en un caso semejante. Y no se irrite contra el hermano por el delito del mismo, sino que, con toda paciencia y humildad, amonéstelo benignamente y sopórtelo» (2CtaF 42-44).